miércoles, 15 de febrero de 2017

La Verdad

La Verdad es el Amor de Dios en acción. Mediante ella se despeja cuidadosamente el camino de retorno a la Fuente.

Siempre encontrará espacios y actores para manifestarse en una infinita diversidad de formas. Y es que nada está oculto en la creación.


Nada puede retenerla, refrenarla, reprimirla o dominarla. Es como el agua de río, se puede llenar un embalse, contenerla por un tiempo finito, más, siempre encontrará un mínimo resquicio para colarse gota a gota hasta que por su peso y fuerza rompe tempestuosamente el muro, liberando y purificando todo a su paso, no hay resistencia que valga.

La Verdad es paciente, no actúa, solo vibra, fluye, está allí, esperando el momento propicio para aflorar y manifestarse en seres aptos para despertar y recordar lo Qué Son en medio de lo qué No Son. La Verdad trasciende cualquier concepto mental y espiritual, no es una cuestión religiosa, menos filosófica, no siempre será aceptada e incluso podrá ser juzgada y señalada de mil formas con innumerables y altisonantes epítetos, más ella no se turbará, todo lo puede, todo lo alcanza, está en todo, contiene a todo.

Ella nos hace libres, nos despierta, nos hace recordar y nos ayuda a soltar todo aquello que nos conduce en sentido contrario a nuestra felicidad. No le tengamos miedo.  

Ciertamente puede ser dolorosa y abrumadora, un tanto inquietante, pero no porque sea una cualidad de ella, si no, por las resistencias, juicios y creencias que tenemos. Quizá en primera instancia nos atemorice, nos confunda y busquemos tal o cual explicación para intentar entender lo que en el fondo sabemos. No suele ser comprendida por la gente, requiere de mucha observancia y expansión tanto de corazón como de mente para ser asimilada y aprovechada como empírica oportunidad de crecimiento, lo cual requiere también de mucha elevación. La Verdad puede ofuscar a cualquiera, ningún ser pensante se libra de sus efectos, siempre para el bienestar mayor, así la ocasión no permita apreciar sus bondades a primera vista.

Cada quien percibe la Verdad de acuerdo a su personalidad, lo que sabe o cree saber, es muy cierto. No podemos controlar la forma en que las demás personas viven la Verdad, es como arar en el mar, pero si podemos advertir cómo nosotros la comprendemos y la aprovechamos. Solo podemos conocernos a nosotros mismos, lo que el mundo diga es una visión parca de un todo que solo refleja el estado de los comentaristas.

La Verdad se puede percibir como ardor que cicatriza viejas heridas del alma, esas que se guardan a niveles muy profundos de los que no somos conscientes pero que requieren ser curadas y cerradas a través de la experiencia. También se puede sentir como un frescor que tras purificar, revitaliza y vivifica todo a su alrededor.

La Verdad nos esculpe por medio de la aceptación y el reconocimiento íntimo de pensamientos, emociones, sentimientos, niveles de conciencia, de nuestra relación con nosotros mismos. Nos conmina a mirar con honestidad nuestro estado actual, lo que no somos, lo que nos desarmoniza, nos desequilibra y nos oprime la esencia.  No es para sentir culpa, ni juzgarse, premiarse o castigarse.
La Verdad se establece por sí misma, no necesita defensores estridentes. No se vale de argucias, ni decretos, ella misma es una Ley Universal.

Permito que La Verdad actúe en mí, me entrego a ella sin resistencia, como una canoa navegando por el río, suelto mis resistencias y patrones, cuelgo los remos, fluyo con ella, sé en lo más recóndito de mi Ser Interior, que me guía como un faro hacia la comprensión de mi rol existencial.
Que sea Luz, Inmenso e Intenso Amor que el Padre/Madre Creador que obra en cada individuo del Universo. Solo lo que es Verdad queda en pie, se mantiene y perdura en el eterno presente.
Mi Verdad honra y saluda a tu Verdad en gratitud y respeto, en Amor profundo.

Miguel Arturo Cabrera
@espiritumistico


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lunes, 6 de febrero de 2017

Saber Recibir

Dar y recibir son parte del mismo acto. Manifestaciones del amor infinito y puro.
Saber RECIBIR es tan importante como saber DAR. Porque van de la mano. Por ello, es menester insistir en la depuración mental, liberándonos de los programas limitantes que se hallen enquistados en zonas oscuras de nuestro subconsciente, tanto en lo individual como en lo colectivo y que impiden el natural desenvolvimiento del Ser.

Más que aprender, toca despertar y recordar cómo interactúa esta vital función del Espíritu.
Recibe sin juzgar, permite que el presente se manifieste tal y como es. Conviértete en observador acucioso de cuanto sucede en torno a un pensamiento, sentimiento, acción o emoción.
Descubre la enseñanza escondida tras lo que recibas, bien espiritual o materialmente, ambas inclusive.
Primero hazte consciente de lo que te DAS a ti mismo. ¿Te das respeto? ¿Te das salud? ¿Te das libertad? ¿Te das amor? Y es que lo que recibes es proporcional a lo que das y mientras más fuerte sea tu convicción, mayor será tu noción y verás con claridad que estás dándote.
Si deseas dar amor, recuerda como recibir amor.
Realmente no se requiere de mucho. Solo una mente dispuesta a expandirse y convertirse en aliado incondicional del Ser Interno, ese eterno y paciente bien queriente, que reside en la esencia de cada individuo.
Hoy, como parte de tu práctica espiritual, deja ir cualquier duda acerca de tu merecimiento para recibir la abundante bendición de Dios. Acéptalas sea cual sea la forma en que se presente, sobre todo cuando parezca que te son adversas.
Abre mente y corazón al gozo, el amor, la prosperidad y todo bien en la vida. Permite a otros el placer de proporcionarte bendiciones en amplitud y diversidad de maneras, nada es insignificante para quien sabe recibir. Acepta con gratitud cumplidos, regalos materiales, sugerencias, críticas y demás bendiciones de tu vida, porque demandaste y te fue dado lo que deseabas.
Aprender a recibir es parte de la ecuación de saber dar, y si no, pregúntale a tu corazón, que mediante sístole y diástole comprueban físicamente este arte de dar y recibir.
Con fuerza, luz y elevación
Miguel Arturo Cabrera