martes, 14 de octubre de 2014

El Clavo del Mulla Nasrudon



Apreciados amigas y amigos de Espíritu Místico, reciban un cordial saludo. Trás varios días sin compartir textos, les traigo este aleccionador cuento. En líneas generales trata sobre las concesiones que permitimos en nuestras vidas, las cuales aunque parezcan insignificantes a largo plazo pueden afectar no solos nuestras vidas, sino las de aquellas personas que nos rodean. También nos deja otra enseñanza: Nunca subestimar a nadie


"El Clavo del Mulla Nasrudin:
Mulla Nasrudin, tras haber sufrido los reveses de la fortuna, se ve con la obligación de vender la casa que heredará de su padre. Aprovechándose de la situación, un hombre sin escrúpulos le propone un precio irrisorio. Nasrudin se da perfecta cuenta de que se las tiene que ver con un ladrón, pero acepta poniendo una pequeña condición:

¿Cuál?

¡Como puede usted ver, en esta pared hay un clavo!… Este clavo fue de mi padre quien lo puso y es el único recuerdo que me queda de él. Le vendo esta casa, pero deseo seguir siendo propietario del clavo. ¡Si está conforme con esta condición, acepto su oferta!… ¡Tendré evidentemente, derecho a colgar de él todo lo que me plazca!

El comprador se tranquiliza pensando que un clavo en una casa no es gran cosa. Le pregunta a Mulla:

¿Vendrá usted a menudo?

No, no, a menudo no…

No viendo ningún problema el comprador aceptó la cláusula, firman el contrato de venta ante notario en el que se específica que Nasrudin es el propietario del clavo y que puede hacer lo quiera con él. El nuevo propietario toma posesión del lugar y se instala en él con toda su familia hasta que un buen día se presentó Nasrudin.

¿Puedo ver mi clavo?

¡Por supuesto! ¡Pase! – responde cordialmente el propietario.

Mulla entra y se recoge profundamente delante del clavo y luego vuelve a irse.

Algunos días más tardes, regresa con un pequeño cuadro en el que hay la foto de su padre.

¿Puedo ver mi clavo?

El propietario le deja entrar y Nasrudin cuelga el cuadro (cláusula obliga)

La vez siguiente, llega con un manto y una túnica.

Estas son ropas que pertenecieron a mi padre. ¡Quisiera colgarlas en mi clavo! – Le dice al propietario ligeramente irritado.

Pero, un buen día, Mulla se presenta ante la puerta arrastrando detrás de sí el cadáver de una vaca. El comprador, estupefacto, le pregunta:

Pero ¿qué viene hacer aquí con ese cadáver?

¡Está claro, vengo a colgarlo en mi clavo!…

Cosa que hace al instante, sordo a las súplicas del comprador estupefacto. La policía, llamada al lugar del litigio, le da la razón a Nasrudin a la vista del contrato. El cadáver empieza a pudrirse para gran desesperación del imponente propietario. Al cabo de un cierto tiempo, Nasrudin vuelve con otro cadáver que cuelga del mismo clavo. La pestilencia es tal que el propietario se ve obligado a huir del lugar. Y así fue como Nasrudin recuperó su casa.



Comentario de Alejandro Jodorowsky:

La más pequeña concesión es un clavo en la propia casa. Es en esto en lo que el intelecto puede ayudarnos. Su papel no es otro que el de velar con atención constante para que nadie venga a nuestro universo a poner clavos que no nos corresponden.
Cada experiencia, cada cosa que aceptamos y que no nos corresponde equivale a dejar entrar el cadáver de la vaca en nuestra propia casa."


Namasté

Miguel Arturo Cabrera
Life & Spiritual Coach - Practicante de Yoga
Reikista - Motivador - Terapeuta Holístico
Caracas - Venezuela.
Twetter / Instagram: @espiritumistico  

jueves, 2 de octubre de 2014

Buscando a Buda



Buda peregrinaba por el mundo para encontrarse con aquellos que se llamaban a sí mismos sus discípulos y hablarles acerca de la verdad.
A su paso, la gente que creía en sus palabras llegaba a centenares para escucharle, verle o tocarle, seguramente por una única vez en su vida.
Cuatro monjes supieron que Buda estaría en la ciudad de Vaali, cargaron sus cosas en sus mulas y emprendieron el viaje que duraría, si todo iba bien, varias semanas.
Después de tres días de marcha les sorprendió una gran tormenta. Los monjes apresuraron su paso y llegaron a un pueblo, donde buscaron refugio hasta que pasara la tormenta.
Pero el último no llego al poblado y tuvo que pedir refugio en casa de un pastor, en las afueras. El pastor le dio abrigo, techo y comida para pasar la noche.
A la mañana siguiente, cuando el monje estaba preparado para partir, fue a despedirse del pastor. Al acercarse al corral, vio que la tormenta había espantado a las ovejas y que el pastor estaba tratando de reunirlas. El monje pensó que sus cofrades estarían ya saliendo del pueblo, y que si no se iba pronto se alejaría demasiado. Pero él no podía seguir su camino dejando al pastor a su suerte, por ello decidió quedarse con el hasta que hubiera conseguido reunir el ganado de nuevo.
Siguiendo las huellas de los demás, paro en una granja a repostar su provisión de agua.
Una mujer le indico donde estaba el pozo y se disculpo por no poder ayudarle, ya que debía de seguir trabajando en su cosecha. La mujer le contó que, tras la muerte de su marido, les resultaba muy difícil a ella y a sus pequeños hijos recoger toda la cosecha antes de que se perdiera.
El hombre se dio cuenta de que la mujer nunca llegaría a recoger la cosecha a tiempo, pero sabia que si se quedaba perdería el rastro y no podría estar en Vaali cuando Buda llegara a la ciudad.
Los veré unos días después, pensó, sabiendo que Buda se quedaría varios días. La cosecha duro tres semanas y, en cuanto termino la tarea el monje reanudo su marcha.
Veinte años pasó el monje siguiendo el camino de Buda....Cada vez que se acercaba sucedía algo que retrasaba su viaje.
Finalmente se enteró de que Buda había decidido ir a morir a su ciudad natal
La víspera de llegar al pueblo casi tropezó con un ciervo herido en medio del camino. Lo auxilió, le dio de beber y cubrió sus heridas con barro fresco.
Alguien debería de quedarse con él, pensó, para que yo pueda seguir mi camino. Pero no había nadie a la vista.
Con mucha ternura le acomodó contra unas rocas para seguir su marcha, le dejó agua y comida al alcance del hocico y se levanto para irse, sólo llegó a dar dos pasos cuando, inmediatamente, se dio cuenta de que no podía presentarse ante Buda sabiendo, en lo mas profundo de su corazón, que había dejado solo a un indefenso moribundo.
Así que descargo la mula y se quedo a cuidar al animalito. Durante toda la noche velo su sueño como si cuidara de un hijo. Le dio de beber en la boca y cambio paños sobre su fuente. Al amanecer, el ciervo se había recuperado.
El monje se levanto, se sentó en un lugar retirado y lloró... Finalmente había perdido su última oportunidad.
Ya no podré encontrarte, dijo en voz alta.
“No sigas buscando” le dijo una voz que venía de detrás de él, “porque ya me has encontrado”.
El monje se dio la vuelta y vio como el ciervo se llenaba de luz y tomaba la forma redondeada de Buda.
Me hubieras perdido si me hubieras dejado morir esta noche para ir a mi encuentro en el pueblo...Y respecto a mi muerte, no te inquietes, Buda no puede morir mientras haya personas como tú, que son capaces de seguir mi camino durante años, sacrificando sus deseos por las necesidades de otros. Eso es el Buda. El Buda esta aquí.

Jorge Bucay
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Así vamos, pretendemos seguir caminos sin detenernos, nos ocupamos más de nuestro interés particular en llegar, sin reparar en ayudar a otro. Vivimos la religión, la nacionalidad, la idea política o filosófica, pero no la sentimos en el alma. Para colmo criticamos y criticamos lo que no hacemos nosotros.

Se les quiere bien, se les quiere aunque no les conozca, Dios les bendiga, Namasté.

Miguel Arturo Cabrera
Life & Spiritual Coach - Practicante de Yoga
Reikista - Motivador - Terapeuta Holístico
Caracas - Venezuela.
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miércoles, 1 de octubre de 2014

El Renacer del Águila

Desde que leí por primera vez el relato que comparto líneas abajo, me sentí identificado con el tema. Y es que llega un punto de la vida donde alejarnos es la mejor opción, pues es en medio del silencio de la aparente soledad, donde nos reconocemos tal como somos, aceptamos nuestra realidad y libres de todo dolor, comenzamos el proceso de reinventarnos, hasta que un día, abrimos las alas e iniciamos vuelo, más fortalecidos y renovados. 



EL RENACIMIENTO DEL AGUILA

El águila es el ave de mayor longevidad entre las criaturas de su especie. Vive 70 años. Pero para alcanzar esa edad, al llegar a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión; sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue aferrar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas, gruesas. ¡Volar se le hace ya muy difícil! Entonces el águila tiene solamente dos alternativas: morir o atravesar un doloroso proceso de renovación que dura 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga necesidad de volar. Entonces el águila comienza a golpear su pico contra la pared hasta conseguir desgarrarlo y arrancarlo. Debe esperar el crecimiento de uno nuevo, con él que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, tendrá que desplumar sus plumas viejas y esperar a que renazca su plumaje. Después de cinco meses, emprende su vuelo de renovación y ... ¡a vivir 30 años más!

Querido lector, no resistas al cambio, así eso implique tirar al suelo las vetustas estructuras que te han servido de albergue a lo largo de tu vida. La transformación es parte esencial de la vida, es cierto, a veces ocurren situaciones complejas, tal vez estás pasando, o estés por transitar por una de esas temporadas en la deseas gritar y decir: TIERRA DETENTE QUE ME QUIERO BAJAR. Quizás ese momento es tu alarma, el punto de partida hacia una vida nueva e iniciar tu trabajo de reconstrucción íntima. Una tarea donde eres tanto arquitecto, como ingeniero, maestro de obras y obrero, es valido solicitar ayuda, muchos te podrán facilitar su punto de vista, desde el terapeuta, el coach o el brujo, sin embargo, eres tu el que tiene la última palabra. No es sencillo, solemos jugar al psicoanalista, somos capaces de dar trascendentales consejos a nuestros seres queridos, incluso a los que aborrecemos, pero cuando nos miramos al espejo quedamos mudos, no sabemos que decir, nos relacionamos con todos, menos con nuestra intimidad, nos quitamos la ropa, pero no desnudamos el alma y a manera de evasión la disfrazamos. Pero eso no funciona, más temprano que tarde tendremos que volver a enfrentar las mismas situaciones, quizás más recargadas y en condiciones de mayor adversidad, por lo que aplazar su resolución solo posterga la recompensa, es decir, la felicidad y paz interior que todos buscamos.

Namasté

Miguel Arturo Cabrera
Life & Spiritual Coach - Practicante de Yoga
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