La Verdad es el Amor de Dios en acción. Mediante
ella se despeja cuidadosamente el camino de retorno a la Fuente.
Siempre encontrará espacios y actores para
manifestarse en una infinita diversidad de formas. Y es que nada está oculto en
la creación.
Nada puede retenerla, refrenarla, reprimirla o
dominarla. Es como el agua de río, se puede llenar un embalse, contenerla por
un tiempo finito, más, siempre encontrará un mínimo resquicio para colarse gota
a gota hasta que por su peso y fuerza rompe tempestuosamente el muro, liberando
y purificando todo a su paso, no hay resistencia que valga.
La Verdad es paciente, no actúa, solo vibra,
fluye, está allí, esperando el momento propicio para aflorar y manifestarse en
seres aptos para despertar y recordar lo Qué Son en medio de lo qué No Son. La
Verdad trasciende cualquier concepto mental y espiritual, no es una cuestión
religiosa, menos filosófica, no siempre será aceptada e incluso podrá ser
juzgada y señalada de mil formas con innumerables y altisonantes epítetos, más
ella no se turbará, todo lo puede, todo lo alcanza, está en todo, contiene a
todo.
Ella nos hace libres, nos despierta, nos hace
recordar y nos ayuda a soltar todo aquello que nos conduce en sentido contrario
a nuestra felicidad. No le tengamos miedo.
Ciertamente puede ser dolorosa y abrumadora, un
tanto inquietante, pero no porque sea una cualidad de ella, si no, por las
resistencias, juicios y creencias que tenemos. Quizá en primera instancia nos
atemorice, nos confunda y busquemos tal o cual explicación para intentar
entender lo que en el fondo sabemos. No suele ser comprendida por la gente,
requiere de mucha observancia y expansión tanto de corazón como de mente para
ser asimilada y aprovechada como empírica oportunidad de crecimiento, lo cual
requiere también de mucha elevación. La Verdad puede ofuscar a cualquiera,
ningún ser pensante se libra de sus efectos, siempre para el bienestar mayor,
así la ocasión no permita apreciar sus bondades a primera vista.
Cada quien percibe la Verdad de acuerdo a su
personalidad, lo que sabe o cree saber, es muy cierto. No podemos controlar la
forma en que las demás personas viven la Verdad, es como arar en el mar, pero
si podemos advertir cómo nosotros la comprendemos y la aprovechamos. Solo podemos
conocernos a nosotros mismos, lo que el mundo diga es una visión parca de un
todo que solo refleja el estado de los comentaristas.
La Verdad se puede percibir como ardor que cicatriza
viejas heridas del alma, esas que se guardan a niveles muy profundos de los que
no somos conscientes pero que requieren ser curadas y cerradas a través de la
experiencia. También se puede sentir como un frescor que tras purificar,
revitaliza y vivifica todo a su alrededor.
La Verdad nos esculpe por medio de la
aceptación y el reconocimiento íntimo de pensamientos, emociones, sentimientos,
niveles de conciencia, de nuestra relación con nosotros mismos. Nos conmina a
mirar con honestidad nuestro estado actual, lo que no somos, lo que nos
desarmoniza, nos desequilibra y nos oprime la esencia. No es para sentir culpa, ni juzgarse,
premiarse o castigarse.
La Verdad se establece por sí misma, no
necesita defensores estridentes. No se vale de argucias, ni decretos, ella
misma es una Ley Universal.
Permito que La Verdad actúe en mí, me entrego
a ella sin resistencia, como una canoa navegando por el río, suelto mis
resistencias y patrones, cuelgo los remos, fluyo con ella, sé en lo más
recóndito de mi Ser Interior, que me guía como un faro hacia la comprensión de
mi rol existencial.
Que sea Luz, Inmenso e Intenso Amor que el
Padre/Madre Creador que obra en cada individuo del Universo. Solo lo que es
Verdad queda en pie, se mantiene y perdura en el eterno presente.
Mi Verdad honra y saluda a tu Verdad en
gratitud y respeto, en Amor profundo.
Miguel Arturo Cabrera
@espiritumistico
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